Lo
primero que pensé cuando me dijeron "futurismo" fue en la
corriente vanguardista de principios de siglo XX. Pero quizá no me equivoco
tanto, pues si algo es el futurismo, si algo era para ellos, es revolución.
Aquellos futuristas, aquel movimiento de vanguardia, alababan los cambios
tecnológicos, la rápidez de la sociedad. Para ellos el futurismo era en ese
mismo instante, no cien años después. Ellos vivían el futuro.
Yo llegué al futurismo por accidente, por así
decirlo. Desde el principio quería escribir una novela que fuera
una crítica a la sociedad como la veo. Siento que vivimos en una época de
gratificación inmediata: el placer a sólo un click. Si queremos ver porno,
entramos a cualquier página, seleccionamos cualquier video, en cinco segundos.
Podemos comprar ropa, libros, zapatos, sin salir de la casa, en un movimiento
de dedo. Bajar el nuevo disco de música de nuestro grupo favorito sin tener que
pagar un cinco. Nos hemos acostumbrados tanto al placer rápido, sin costo
alguno, que ahora nos parece algo común. No sabríamos qué hacer si nos lo
quitan. No estamos acostumbrados a lo difícil. Nos hemos vuelto adictos a esta
clase de gratificación: al consumo fácil, inmediato, gratis. Somos adictos al
sexo, a la violencia, a la ira, al placer. Somos adictos al internet.
Para escribir esta novela, entonces, utilicé elementos de
la ciencia ficción que podían ayudarme a crear mejor los imágenes que
necesitaba. Sin embargo, también usé elementos de otros géneros como el
surrealismo, lo absurdo, la fantasía, el terror, la "ficción rara"
(weird fiction), etc. Mi intención era no decir nunca cuándo se desarolla la
acción, ahora o más adelante, sino dejar entredicho que ésta podía ser en
cualquier momento. Incluso ahora.
Creo que toda novela de ciencia ficción comienza por un
gran "Y si". La mía también trata de responder a esa pregunta. ¿Y si
nosotros mismos fuéramos el Internet? ¿Cuál sería nuestro límite? La
deshumanización.
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